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Archive for the ‘Desastres en el Mundo’ Category

Por: Antonio Peña Jumpa

El terremoto de Japón, del pasado 11 de Marzo de 2011, ha producido un desastre sin precedentes en ese país, con efectos internacionales. A los miles de muertos y desaparecidos se ha sumado la amenaza de un daño radioactivo y la inestabilidad económica y financiera en el país y en otros países del mundo.

¿Esta situación puede conducirnos a afirmar la existencia de desastres globales como consecuencia de los terremotos?

En efecto, las consecuencias de terremotos de alta magnitud producen desastres globales. Los tsunamis son el mejor ejemplo de estas consecuencias globales, tras los terremotos. Así, la experiencia del tsunami  de Indonesia del año 2004 que causó estragos en muchos países asiáticos, la experiencia del tsunami en Chile del año pasado que afectó la costa del pacífico sudamericano, y la reciente experiencia del tsunami de Japón cuyos efectos llegaron a las costas de nuestro país, lo confirman. La creciente magnitud de terremotos está produciendo tsunamis intercontinentales que amenazan las ciudades de las costas internacionales.

Pero, más allá de los tsunamis, el terremoto de Japón ha demostrado la vulnerabilidad física y técnica de un país super-industrializado con efectos globales. La destrucción de edificios y ciudades enteras, pero sobretodo la afectación de la planta nuclear de Fukishima ha demostrado la debilidad de la tecnología y el desarrollo económico de un gran país como es Japón frente al terremoto. Los daños superan los 300,000 millones de dólares a la fecha y el valor sobre los miles de muertos y desaparecidos, el sufrimiento de millones de damnificados, así como la amenaza radioactiva que se ha extendido en el mundo resultan incalculables. Por ejemplo, prohibir a los niños beber el agua corriente por el riesgo radiactivo significa equipar este país altamente tecnificado con aquellos países pobres donde el agua corriente es “impura” o se encuentra contaminada por las actividades económicas extractivas.

A lo anterior se suman los efectos globales a nivel económico y financiero. Tras el terremoto de Japón las bolsas de valores del mundo cayeron. Empresas y familias migrantes han quebrado. El turismo pierde grandes inversiones porque los japoneses cancelaron sus viajes. Pero, además, la industria automotriz y de seguros siente sus efectos: Japón no solo deja de fabricar vehículos, sino autopartes y artefactos que distribuye al mundo, lo que produce el incumplimiento de transacciones que contrasta con los pagos multimillonarios que tienen que desembolsar las compañías de seguros calculados, en un primer momento, en 35,000 millones de dólares.  El conjunto de estas pérdidas se transformarán más adelante en inversiones para la reconstrucción, pero los daños han sido ya un hecho y la situación de los damnificados es aún de emergencia.

El terremoto de Japón ha demostrado entonces que países super-industrializados y preparados aparezcan tan vulnerables como otros países semi-industrializados o pobres. El desarrollo de la tecnología y la economía no ha hecho posible elaborar un programa de prevención de desastres capaz de controlar terremotos de alta magnitud con tsunamis intercontinentales y  con daños que afectan plantas nucleares y desestabilizan economías mundiales.

Esta nueva tendencia global de los desastres debe conducirnos a reflexionar en nuevos sistema de prevención. No bastan autoridades y los recursos de un solo país para atender eventos de esta naturaleza. La solidaridad entre países sigue siendo necesaria, pero es más urgente la construcción de una organización mundial humanitaria que a manera de un seguro global cuente con normas y obligaciones que involucre a todos los países del mundo.

(Lima, 14, 18 y 25 de Marzo 2011)

 

 

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Por: Antonio Peña*

Max Weber, en un trabajo publicado en 1922 (Economía y Sociedad, México: FCE, 1974), se refiere al pánico bursátil o de la Bolsa de Valores como un acto social complejo que combina contenidos racionales e irracionales. Para su análisis, Weber propone la construcción de un tipo ideal que identifique la experiencia bursátil separando lo racional e irracional de su contenido: el tipo ideal debe ocuparse primero del acto bursátil «normal» o racional, para luego entender todo lo adicional o externo, que produce su alteración, como irracional.

Ciertamente que en la identificación del contenido «irracional» reside la explicación propiamente del pánico bursátil. Siguiendo al mismo Weber, tenemos que lo irracional de un acto humano tiene su origen en dos tipos de causas o sentidos subjetivos: causas afectivas (que proviene de nuestros sentimientos más que de la razón) y causas tradicionales o de costumbres (que proviene de nuestras culturas o prácticas cotidianas). La masa de inversionistas (grandes, medianos y pequeños) rematan sus valores en bolsa por reacción afectiva o costumbre: sienten incertidumbre sobre dichos valores o siguen la caída de sus precios sin reparar en sus efectos.

Esta explicación teórica tiene relación directa con lo que viene ocurriendo en estos momentos en Estados Unidos y en otros países cuyas economías dependen del primero. El quiebre de grandes compañías financieras y de seguros tiene su causa y efecto en el pánico bursátil norteamericano que se reproduce en gran escala. Es un pánico que desborda toda explicación racional y escapa a todo modelo económico. Las causas afectivas y tradicionales de los actores económicos dan una especial forma a las operaciones en bolsa y entonces no hay otro término que llamarlas irracionales.

Es más, en un intento por controlar ese contenido irracional, el gobierno central norteamericano está brindando inmensos aportes económicos, nacionalizando Bancos y Corporaciones para evitar daños mayores. ¿No hay otras alternativas? ¿Qué tan racionales son esas medidas? Ciertamente que tal respuesta no deja de ser contradictoria en el contexto liberal norteamericano: se utiliza el erario nacional para salvar intereses privados, y se nacionalizan empresas cuyas actividades son fundamentalmente bajo libre competencia para pasar a controlarlas. ¿Qué tan conveniente es combatir con acciones irracionales -de acuerdo al modelo económico norteamericano- las causas irracionales del pánico bursátil?

Cual fuere el resultado futuro, el pánico bursátil se ha transformado ya en un fenómeno más complejo. Se ha convertido ya en un desastre financiero. Esto es una situación de peligro financiero o económico que ha producido ya pérdidas billonarias en bienes, y comienza a producir desamparo y probablemente suicidios y muertes en muchas personas. El quiebre de grandes empresas y entidades financieras, inevitablemente arrastra el quiebre de medianas y pequeñas empresas, y con ellas de sus propietarios, trabajadores, consumidores y familias.

En tal sentido, el fenómeno norteamericano ya no puede ser tratado simplemente como un «defecto financiero» o pánico bursátil, como hemos definido, sino como un DESASTRE. Al acto irracional le ha sucedido el peligro efectivo. Frente a lo cual el problema no solo compromete al Estado en peligro, sino a los Estados cuyas economías dependen del primero y a la cooperación financiera internacional.

El desastre financiero, al igual que un terremoto requiere de la acción urgente, honesta y eficiente de los gobernantes de los países involucrados. Estas tres modalidades de acción (urgencia, honestidad y eficiencia) requieren del uso del Derecho (más que de la Fuerza) a favor de los damnificados. El rol del Derecho estaría  principalmente en tres frentes: Derecho Preventivo, Derecho Reparador y Derecho Garantista. Con ellos se buscaría prevenir mayores daños, reparar y reconstruir la situación de los damnificados, y garantizar un trato desigual a los desiguales: los damnificados más vulnerables (aquellos objetivamente afectados por las acciones irracionales de los actores económicos antes comentadas) deben ser atendidos con prioridad.

Sin embargo, en el caso de desastres financieros se suman elementos diferentes a los del terremoto: las causas son humanas más que geofísicas. En consecuencia, se suma en la actuación del Estado un rol adicional del Derecho: Derecho Sancionador. Sin dejar de priorizar las acciones anteriores, se tendría que restringir, afectar o sancionar a quienes con sentido subjetivo o mentado permitieron o contribuyeron al desarrollo del desastre.

(26/28/30-09-2008).

* Versión en PDF: del-panico-bursatil-al-desastre-financiero

* El autor agradece el aporte de los participantes del curso Derecho y Desastres Naturales y Humanos de la Facultad de Derecho de la PUCP (2008-2).

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por: Oscar Súmar A.

El día de ayer ocurrió un terremoto en China igual de intenso que el que nos afectó el año pasado en perú, pero éste ha dejado hasta ahora diez mil fallecidos… Hace unos días comentamos el desastre ocurrido en Myanmar o Birmania, poniendo sobre relieve el hecho de que el gobierno dictatorial de ese país no sólo ocultó información referente al suceso, sino que está obstaculizando el ingreso de ayuda internacional. A diferencia de eso, el gobierno chino, aunque no es exactamente democrático sí ha permitido que ingrese la ayuda internacional, tal como se destaca en Terradaily: «China says foreign aid offers «welcome»«.

Foto tomada de: Flickr

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